Dios tiene apuro y no desea demorar más la ejecución de su plan. Él ya lo puso en marcha y su culminación llevara décadas pero cada una de los escogidos tendrá espíritu de padre y engendrara hijos que continuaran la tarea de sus padres espirituales cuando estos no estén más en la tierra. A Dios le llevo millones de años preparar la Tierra para que la criatura humana la habitara y se señoreara de ella, los humanos pisamos este planeta tan solo hace unos pocos miles años. El creador no la va a destruir, aún habrá más guerras, terremotos, grandes catástrofes naturales y tremendas crisis económicas y políticas por toda la tierra pero no será el fin. Cada crisis es una nueva oportunidad de Dios para que nos acerquemos a Él. En esta hora como paso previo a su tremendo obrar, Dios está volviendo el corazón de los hijos a los padres y el de los padres a los hijos, esta sanando corazones y cicatrizando heridas, porque son muchos los errores que nuestros padres espirituales cometieron en el pasado y los líderes que estén vivos o sus seguidores en nombre de ellos deberemos pedir perdón por esos errores, humillarnos y clamar por misericordia. Caso contrario las nuevas generaciones continuaran con las mismas equivocaciones y seguirá prevaleciendo sobre el cuerpo de Cristo un tremendo espíritu de orfandad.
El hombre tiene un tendencia a buscar a Dios donde Él estuvo en el pasado, es inútil buscarlo hoy en Belén, en el aposento alto, en el Gólgota, en la calle Azuza, o en las habitaciones que ocuparon los jóvenes intercesores del seminario de la ciudad City Bell en Argentina en la década del cincuenta, en cuyo lugar los visito la poderosa presencia del Espíritu de Dios y en donde El Señor les revelo parte de lo que haría en este tiempo. Pero no sirve de nada que nos reunamos en esos lugares a clamar por su presencia porque él no está más allí. Si queremos encontrar hoy a Dios lo hallaremos en donde está un corazón contrito y humillado, lo hallaremos junto a quien hoy este sufriendo y no encuentra la salida y Él quiere desesperadamente mostrársela, ese lugar evidentemente no son las cuatro paredes amuralladas de la mayoría de las Iglesias cristianas en la actualidad y especialmente cuando en muchas de ellas no lo dejan entrar.
Me sorprende sobremanera que Dios nos haga participe de sus planes, y que siendo tan poderoso, tan digno, tan santo se acerque a nosotros nos tome de la mano como padre bueno que es y nos lleve a los pies de la cruz para que seamos limpios, lavados por su preciosa sangre una y otra vez. Me conmueve su tremendo amor sin reproches. En El no hay condenación.

Por Rubén Torres