¡Bienvenidos!

En breve estaremos online... Estamos de regreso!
  • Dar, te multiplica mucho Cuando das, te multiplicas. Mucho.

    Cuenta la leyenda, que Jesús estaba enseñando en el monte, cuando uno de los discípulos le dice: “Maestro, ya se escuchan los grillos, va a comenzar a oscurecer, vayamos a casa; tenemos hambre y estamos cansados…”. El maestro le responde, no son grillos Juan, es el ruido del estómago de la gente que tiene tanto hambre. Han pasado días aquí sin comer. Están que se les pegan las tripas a los pobres.

    Mira, como no quiero que se desmayen en el camino de regreso a casa, “llamá a los muchachos” –lo dijo estilo argentino, mientras se tomaba un mate–, hagan unos sándwiches, una picada con lo “quiaya” y denles de comer. ¡Incluyan a las esposas, las abuelas –ojo que estas comen como lima nueva–, y todos los niños que hayan. De hecho, tráiganlos para que coman primero. Y diciendo esto, Jesús se retiró de la escena como director de película a punto de gritar ¡acción! y rodar un espectáculo en vivo de proporciones bíblicas.

    El discípulo fue caminando hacia el grupo pensando por qué le tocaba siempre a él dar estos mensajes. Llegó, puso su mejor cara de santo, repitió lo que le dijo el maestro y se retiró para no ver cómo se volvían locos los discípulos; no lo podría soportar. Imagino a Pedro gritando.. “Oh, no… ya conozco este mareo, aquí vamos de nuevo…”

    La cosa es que justo pasa un chavito de esos con carita feliz de skype, con 20 peces y 3 docenas de pancitos franceses. O algo así. ¿O menos? Que importa, con la cantidad de gente que había, da igual. En realidad eran un par de panes y tres pejerreyes. Fritos son un espectáculo, y con pancito tostado ni te cuento, le decía Pedro a Judas. El resto de la banda paró la oreja. Mmm… pan tostado, con pejerreyes fritos y unas arepitas, que aquí tenemos paladar internacional, “pensaban al unísono”.

    Lo cierto es que entre el hambre que tenían los discípulos y el improvisado comedor popular que ya juntaba veinte mil personas de pie y esperando dar gracias por los alimentos, al ver el platito con los dos pancitos y los tres pescaditos se decían unos a otros, vamos a morir. Judas estaba super tentado. De risa. Amenazó con llevarse el pescadito a la boca y hacía chistes de comer su última cena porque los iban a matar.

    Jesús hizo sonar sus palmas dos veces para despertar a su gente del sopor y del miedo natural; Pedro, como siempre impulsivo, agarró y comenzó a partir el alimento de un niño en partes iguales entre al menos 12 adultos. Eso alcanzó para un pedacito de pan y otro de igual tamaño de pescado, como cuando “pellizcamos” un poquito para probar algo. Lo cierto es que los discípulos bajaron del monte para enfrentar el hambre de veinte mil comensales con sus dos manos levantadas hacia adelante como sonámbulos. Si mirabas en la puntita de sus dedos se veían los bocadillos.

    Nadie sabe cómo ni en qué momento, pero mientras el discípulo miraba los ojos de aquel que recibía el único alimento que podía ofrecerle, al bajar su vista de nuevo a la canasta, había otro pan y otro pez. Enteros, calentitos y a punto crocante. Y así, sin exagerar, mil veces seguidas. Cada uno de ellos la misma experiencia. Al fin, todos comieron hasta quedar saciados, con un sobrante de varias cestas llenas, rebosantes y apretadas de alimento.

    El conocimiento es el alimento, es el pan de los hombres. No sólo de pan vivirá el hombre, más de toda palabra… ¿Lo recuerda? Las multitudes tienen hambre de conocer y de saber más. ¿Qué hubiera pasado si los discípulos hubiesen comido ese pedacito de pan y de pez? Una de dos: O la multitud los linchaba por mentirosos y estafadores; o lo que es peor, imagínese si el milagro de multiplicación sucedía en sus estómagos y los hacía reventar en pedazos por angurrientos.

    Como autores, publicadores y productores de contenido debemos considerar seriamente si estamos comiéndonos el pan de la gente al cerrar los libros –o cualquier otro tipo de producto, como audio o vídeo– para evitar el acceso a la lectura o a la revisión completa del contenido en línea, en una época en donde el Internet ha cambiado las reglas de juego y nos ha brindado la oportunidad de cumplir nuestra tarea de educar en tiempo récord. Denle de comer a mi pueblo, parece decir el ruego. Agarremos lo poco que tengamos y bajemos del monte a ayudar. ¿Quién baja conmigo? No sea que algunos de nosotros sufra la suerte que los discípulos sabiamente supieron evitar. Esto creer o reventar. Literalmente.

    Si el pueblo perece por falta de conocimiento, entonces el remedio es liberarlo.

    Alex Valdovinos

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